ABUELO.
Hoy no sé
porqué, me acorde de ti, no suelo nombrarte, creo que quizás porque siempre fuiste la sombra de la abuela. Ella ocupó tanto hueco en mi corazón que me hizo olvidarte sin querer. Me puse a recordar momentos juntos, tuyos, míos, nuestros...
¿Recuerdas? Cuando ponías tu flamante radiocasete y no me dejabas que me acercara,
no sea que fuera a estropearlo. Escuchabas flamenco: Juan Valderrama, Dolores
Abril, con su tema “Pelea en broma”, La niña de la Puebla, Perlita de Huelva etc. A mí, de tanto oírlos, casi que me gustaban. Puedo verte sonriendo,
mientras escuchas el fandango, señalando con uno de tus dedos hacia el radiocasete, para que
escuche atenta, la estrofa que tanto te gustaba.
¿Recuerdas? Cuando
iba a tu casa a comer y te encontraba apoyado en la jamba de la puerta, esperándome, impaciente por verme llegar pero siempre con una sonrisa en los labios.
Sabía, era consciente de que te hacía feliz, y
durante la comida, mi charla era incesante, esperando siempre tu aprobación,
donde asentías con una mirada de amor a todo lo que te contaba.
Dicen que tenías mal genio, pero a mí nunca me lo mostraste,
cuando algo no te gustaba, sólo movías la cabeza en señal de desacuerdo, y con
eso bastaba.
¿Recuerdas? Tu casa, tan grande, como aprovechaba la hora de
la siesta para adentrarme en las habitaciones que nunca se abrían. Porque, en esa casa en la que hubo tanta vida, ya sólo
quedabais vosotros. Abría armarios y entre sus cajones, buscaba la pruebas del delito, cartas de amor, secretos
de familia, nunca tuve suerte…
¿Recuerdas? Cuando murió la abuela, después de sesenta años
casados, fue tal tu dolor, que dejaste de conocernos, perdiste la consciencia a
propósito, estoy segura. Comenzaste a morir desde el momento en que lo hizo ella.
Cuando iba a visitarte y nos quedábamos a solas, parecía
como si recobraras la consciencia por unos minutos y me decías “ya me voy, ya me queda poco de estar
aquí”, todo esto lo decías sin pena, sonriendo.
Te fuiste a los sesenta días de esta vida,después de 60 años juntos, le sobreviviste sesenta días más.
Siendo estudiante, tuve de compañero de piso apenas durante cuatro meses a un joven unos cuatro años mayor que yo (y yo entonces contaba veinte). Aun siendo como esos que tienen ocho apellidos vascos, hacía lo mismo que tu abuelo: ponía en marcha el radiocasette y me mandaba callar, subrayando con el dedo el devenir de los cantares de Camarón, de El Chocolate y de Tía Anita la Piriñaca.
ResponderEliminarMi amigo, Josu, murió de cáncer unos meses después de aquello. Creo que desde entonces estaba esperando a tu abuelo en el cielo donde acaban los flamencos de corazón.
Besos.
Gracias Luis de nuevo, por dejar tú comentario por aquí.
EliminarMuy lindo lo que has escrito de tu abuelo, si El pudiera leerlo estaría muy orgulloso de ti, estoy segura.Cariños.
ResponderEliminarGracias Virgina, creo que si, que le gustaría, siempre fui una de sus nietas preferidas.
EliminarUn homenaje entrañable a tu abuelo. Me ha gustado mucho. Un saludo.
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