No sé de qué vas siempre afligida,
que no me das quietud
ni un santiamén.
Me inquieres
con mensajes subliminales cargados de lógicas
que irritan mis intestinos.
Me exiges que me exija
y no quiero oírte,
porque hoy firmé la rendición.
Ya ves, soy una cobarde,
¡al carajo la valentía!
Quiero dormir el sueño
de los pusilánimes
y oír a Chaikovski con sus cisnes
porque ya no puedo supurar más dolor.
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