Si, te hablo a ti probablemente para escucharme a mí. Creo que poder expresarme con la palabra o la escritura, siempre ha sido una necesidad en mi vida. Dar y recibir cariño también. Dejar de alguna manera mi impronta en las personas que he conocido.
No sé si esto es un deseo pueril, o el anhelo de una mujer que cree que a través de la palabra, los abrazos y los besos, la vida se transita mejor.
Por eso, confieso que en esta etapa de soledad (no siempre escogida) con días que a veces suceden sin un susurro que te diga, “tranquila, lo estás haciendo bien” sólo me queda la opción de ser valiente.
Lo suficiente en paz conmigo misma, para mirarme al espejo y hablarle a esos ojos que ya dejaron de juzgarme.
Ahora, desde mi propio auto-perdón, deseo no caminar a solas mucho tiempo. Que el universo sea indulgente conmigo y no me haga esperar demasiado, solo lo suficiente.
Sé que está cultivando mi paciencia, que necesito aún aprender a amar mejor, que cualquiera no se merece todo lo que tengo para dar y que no todos los amores merecen ser vividos.
Mientras tanto, agradezco lo que la vida me ha dado; historias que me hicieron vivir intensamente, pero que tuvieron que marcharse porque así estaba escrito.
Mientras tanto, agradezco lo que la vida me ha dado; historias que me hicieron vivir intensamente, pero que tuvieron que marcharse porque así estaba escrito.
Agradezco el amor que recibí como hija y el amor que doy como madre, ese amor que renueva sus votos en cada desencuentro con mis hijos.
Agradezco a los amigos, aquellos que se fueron porque ya cumplieron su misión y a los que permanecen, porque son parte de mi familia.
Y agradezco, haber sido herida en mis múltiples batallas, porque las cicatrices, terminaron luciendo bonitos tatuajes en mi piel.
Ahora, solo miro para atrás para agradecer todo lo vivido.