y se observa con mucha sutileza,
tiene labios de besos malgastados
y ojeras que le surcan la mirada.
Absorta en sus tristezas permanentes,
descubre que unos ojos masculinos
habitan muy adentro de los suyos,
y viven en sus cuencas tan vacías.
Ella no retrocede ante su asombro,
y ansiando conocer, busca preguntas
a su yo melancólico y exhausto.
Desde entonces se sabe acompañada,
y sin temor se planta frente a él,
desde el lado contrario del cristal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario