13 de junio de 1997, festividad de San Antonio. El miedo ante lo que se aproxima me acompaña camino del hospital, pues en unas horas, si todo sale como lo previsto, daré a luz y podré conocerte al fin. Cesaron las charlas que durante nueve meses crearon nuestro vínculo y donde sólo pude acariciarte a través de mi piel.
Tenemos previsto llamarte Eduardo porque serás el segundo y me toca elegir a mí. Papá dice que no cree que pueda llegar a quererte tanto como quiere a tú hermano mayor, no se imagina aún la relación tan cómplice y amorosa que tendréis entre ambos.
El parto se complica por diversos motivos y en un arrebato decido ponerte por nombre a los pocos días de nacer Eduardo Antonio. Con ese nombre te quedaste, ese es el nombre que te acompañará mientras tú quieras, aunque en casa sólo seas "Edu".
De pequeño ya estuviste varias veces en el hospital pues la salud siempre fue tu punto débil, ahora, sin embargo,debes inclinar la cabeza para que tus besos lleguen a mi rostro. Te vas, en unos meses te vas tú también y me pregunto qué haré sin tú presencia el próximo invierno. No hay respuesta pero intuyo que el tiempo me acostumbrará a una nueva ausencia.
Volver la vista a tu niñez es encontrarme con tus sonrisas, ver tu adolescencia delante de mis ojos, me lleva a desencuentros que siempre terminaron en abrazos. Encontrarte ahora convertido en un joven maduro y afectuoso no me sorprende, sólo temo que te dañen demasiado.
Hoy cumples dieciocho y me gustaría poder agradecerte todo el amor que nos has dado, pero no sé que me sucede cuando te pienso,que no puedo plasmar en palabras nada realmente hermoso y me dejo llevar por las emociones al escribir. Es tanta la fortuna que tuvimos contigo que a veces temo perderla.
Sólo puedo decirte que te quiero, sólo puedo demostrarte que te amo.