Conformando mi duelo sin palabras
se contagia mi vientre del lamento
y me pesa hasta el cuerpo que me envuelve.
Allá, en lo indecible de mi boca
el grito impronunciable de tu nombre
y la amarga derrota que destruye
de nuevo a la utopía del amor.
Nadie me advierte, soy sólo presencia
buscando guarecerse en lo invisible
de los días sin causas ni motivos.
Cansada de este hastío me pregunto:
¿Hasta cuándo la culpa que mutila
y rebelde se impone al arcoíris?
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