Me pregunto a su vez, si todos tendremos la misma cuota de reclamos en nuestra denominada “conciencia” y qué es lo que nos impulsa a actuar de determinada manera en cada coyuntura surgida.
El problema estriba en la enorme profusión de ideas que se instalan a cada momento en nuestra mente, provocando una especie de zozobra mal controlada entre proyectos inconclusos que no se archivaron pero que forman parte de nuestro equipaje y bocetos de futuro que nos inquietan incluso antes de su llegada.
Sucede entonces que hay un desencuentro entre lo de afuera y lo de adentro, como si estuviéramos en un recinto donde la música está muy alta pero no conseguimos escuchar la canción ni a los que nos rodean.
La maraña de inquietudes, anhelos y tristezas nos lleva a una desentonación de frecuencias que dificultan la elección de esa esencia primaria y vital que siempre andamos buscando.
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