Inerme, como un árbol exhausto
contemplo tu figura y te presiento
un héroe vencido que agotó
su tiempo de veredas.
Dormitas melancólico de sueños
con la alborada de la juventud ya prescrita,
como si esta pudiera regresarte
en un golpe de magia hacia el pasado.
Por entonces, tus pies volaban por la tierra,
desde el amanecer la pretendían
mientras que el sol y el aire dibujaban
sus manchas delatoras en tu piel.
Y advierto que te rindes,
no aceptas el crepúsculo estéril de tus manos
intentando abrocharse como un niño
la ropa.
No quiero que silencies tu mirada,
ni que bajes los brazos derrotado,
no puedes olvidar que tu mayor cosecha
ya brotó de la savia de tu sangre.
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