Comprobamos que no es suficiente con querer amar aquello que ya no nos quema en el corazón, que cuando la escarcha se instala en nuestros sentimientos, es imposible derretirla hasta con la más cálida de las primaveras.
Y la voz, esa voz que nos habla desde lo profundo de nuestra noche, se rebela al amanecer como un grito de libertad, impetuosa, irresponsable, pero increíblemente decidida a pesar de sentir el enorme vértigo de la soledad sobre sus pasos.
Y en ese minuto, ante esa mirada que nos lastima, sentimos que debemos arrancar de una vez nuestros miedos y culpas, que esta ya no es la tierra que un día sembramos con sueños de futuro.
Nuestro equipaje para el camino, un minúsculo rincón del alma que aún no llegó a pervertirse de infelicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario