viernes, 7 de noviembre de 2014

HIJO



Vuelvo en el coche justo después de acompañarte a la estación, donde fui a despedirte una vez más. Siento el nudo que oprime en la garganta, y las lágrimas, ya fabricadas, queriendo derramarse en mis mejillas. Me sucede cada vez que regresas para irte de nuevo. Hace ya unos años que solo vuelves al que fue tu hogar en vacaciones, o días sueltos, que pasan demasiado rápido.También sé, que a pesar de nuestro profundo afecto, no podemos estar juntos demasiado tiempo, necesitamos espacios para respirar y ser nosotros. Aunque me consta que nos amamos como solo pueden amarse madre e hijo. Profundamente.


¿Por qué creciste? ¿acaso no ves que soy la misma? Soy aquella a la que tú hasta los doce años considerabas una enciclopedia, la que creías que tenía todas las respuestas para darte.Porque tú, siempre fuiste el niño de los porqués, y a veces, postergaba preguntas que me hacías y desconocía, para poder consultarlas no fuera a fallarte. Me preguntabas por la luna y los planetas, por la lluvia y el arcoíris, me pedías que te contara cuentos o historias de nuestra familia sin cesar. Querías saberlo todo y encontrar una explicación a tu intensa inquietud. 


La adolescencia fue una etapa dura entre nosotros, siempre me retabas, intentando sacar algo que sabías no te estaba permitido.Me ponías a prueba,y yo que no te pasaba ni una, descargué a menudo una ira innecesaria contra ti. A pesar de lo que te quería y precisamente por eso, nunca dejé de exigirte lo máximo.


Tu pelo, que entonces tiraba a pelirrojo por los rayos de sol, un día se volvió castaño oscuro, y decidiste ser Quijote, querías recorrer aventuras y comerte el mundo que te estaba esperando afuera.


Descubriste hace tiempo que estoy llena de debilidades, que no soy la madre perfecta ni lo fuerte que tú creías, pero aún así, siempre me perdonaste, ambos nos perdonamos en nuestros desencuentros.


Y ya ves, yo sigo aquí, siempre estaré aquí para arroparte en la noches oscuras, esperando que de vez en cuando vuelvas al nido que construí para ti, y que se quedó vacío con tu marcha.













2 comentarios:

  1. Un relato muy tierno y sincero sobre una relación de amor entre madre e hijo. Me ha gustado mucho. Un abrazo, Carmen.

    ResponderEliminar
  2. Carmen, hablando desde el corazón, diciendo esas cosas que todos queremos decir a nuestros hijos: te amo, pero sé que tienes que volar solo.
    ¡Qué grande eres, Carmen!

    ResponderEliminar