Sentimientos frágiles que se introducen sin permiso y quebrantan mi pecho arrasando el orgullo inherente que me cubre y se tambalea sin piedad ante las escasas certezas que sustentan mi vida.
Una de dos, o no estoy hecha para el mundo, o el mundo no está hecho para mí, maldita la suerte, amarlo de la forma en que lo amo para abominar después de él con estúpidas melancolías que deforman su verdadera esencia.
Me pregunto entonces si no estaré mejor muerta que con tanta batalla perdida de antemano asfixiando mi piel y mi garganta de profundas soledades.
Sentir demasiado duele en exceso, lo sé, conozco la derrota del cariño y sus efectos, pero aún no encontré vacuna que inmunice en mí este afán de vivir cada día con la plenitud de sus horas, por lo que sobrevivo impulsiva desde el amor y mis raíces a este pasaje de la historia a la que pertenezco.
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