miércoles, 2 de diciembre de 2015
Quisiera ser un desierto de lágrimas pero no me lo permito.
En estos momentos no puedo dejarme vencer por la autocompasión. No hay ni culpables ni víctimas a quienes nombrar. Sólo yo soy el enigma.
Nadie lo advierte, pero en silencio, desciendo a los infiernos que me habitan como una autómata en busca de castigo. No quiero ser flor ni esencia y me dejo arrastrar por este tornado que me envuelve sin calcular efectos secundarios.
La adrenalina de la ilusión y los recuerdos me persiguen. Adicta al amor, anhelo miradas cómplices que me hagan creer en utopías, y es que, sigo siendo la niña que fui a pesar de la armadura que me protege.
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