Los finales siempre son nuevos comienzos. Me costó entenderlo cuando estaba metida de lleno en el proceso de ruptura y adaptación a mí nuevo estado.
Confieso que todo este tiempo me he resistido a marcharme del lugar en el que un día fuimos nosotros. Me ha costado aceptar que, finalmente, no pudo ser después de haberlo intentado tantas veces, tantas, que llegamos a rompernos por dentro.
Duele, duele primero tu ausencia, más tarde la noticia de que encontraste un nuevo amor y que este camina contigo desde hace tiempo. Esto fue un golpe directo a mi realidad, entender que a pesar de lo mucho que me quisiste, yo ya había dejado de ocupar el lugar que durante mucho tiempo me perteneció en tu corazón.
Y así, sin darme cuenta, te he buscado en otros ojos, en otra sonrisas, he esperado que ellos fueran tú, perdiéndome la oportunidad de descubrir nuevas experiencias. Es solo ahora cuando he comprendido que me equivoqué. El universo siempre conspira a nuestro favor y actúa solo cuando el momento nos es propicio.
Ahora sé que vendrán otros ojos que ya no serán los tuyos, pero que me mirarán igualmente de manera extraordinaria, que habrá también otros otros besos y otras palabras de amor por estrenar.
Por eso, con paciencia y calma, me reconstruyo cada día para volver a ser. Recupero las ganas de bailarle a la vida. No quiero perderme más oportunidades de conocer a gente maravillosa. A alguna de ellas le pido perdón por mi dureza, por no permitirle siquiera cruzar el umbral de mi torre, hasta ahora inexpugnable. Le doy también las gracias porque sé que me lee, sé que ha intentado conocer a la mujer que soy a través de mis palabras.
No ha podido hacerlo mejor...