Ayer, el paisaje me habló de ti, anhelante,
y te figuré un álamo negro en busca de tierra fértil,
tolerando heladas de amargura.
Ayer, la noche más profunda me habló de tus plañidos
y palpé la decepción de una sonrisa que se extingue
ante las roturas de la piel que se exige con firmeza.
Y declaro, que si pudiera ser caricia,
rozaría tus mejillas en un gesto amable
hasta el mentón de lo altivo que solo a ti te pertenece.
Y creo, que si pudiera ser ungüento,
curaría las heridas de tus ojos con mis besos
para regalarte la luz que anhelan.
Y al final, si fuera arrullo, si pudiera ser tu arrullo,
te susurraría entre mis brazos la melodía perfecta que te defina.
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