Cuando se produce esa pequeña chispa, intuyo que desearé escribir de forma impulsiva. Un compromiso secreto y reprobable a cambio de unas líneas que solo dejarán un gozo efímero.
Creo que mis emociones han descubierto a través de la escritura una libertad genuina, sin ambages. No tengo otra alternativa que escucharlas.
Confieso que vivo el acto de escribir de forma similar a un amor no correspondido, al que, cuando le place, me incita a seguirlo sin que pueda pensar en otra cosa, sin embargo, una vez conseguido su propósito, las musas vuelven a ignorarme con la más fría indiferencia.
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