Despacio, muy despacio, me reinvento
tras la lluvia callada de mis ojos
y prometo ser fuerte ante la culpa
de amar a cada instante y por costumbre.
Asumo la nostalgia de esta voz
y el anhelo efusivo que enmudece
al advertir la ausencia de sus pasos
en la frágil memoria de los míos.
Necesito vivir sin lastimar
la piel de mi destino y sus incógnitas
que me asignan errores, sin clemencia.
Trabajo la torpeza de mis alas
y ya no me destruyen las caídas
que redundan en busca de horizontes.
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