no es mi pájaro porque vive afuera
de mi ventana.
Aprendí a distinguir su canto de otros
con el tiempo y la calma suficientes
para escucharle.
Algunos días canta entrecortado
como si no pudiera con la lluvia
y el vendaval que lo traspasa a solas
cuando extiende sus alas de papel.
Otros días, en cambio, intuye el arcoíris
y su voz se aclimata a la voz del amor
envuelto en una paz que lo reafirma.
Yo tengo un pájaro que en realidad
no es mi pájaro. Es un mirlo negro
que, a veces, se extravía sin saber;
es casi como yo. Mi alma gemela.
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