domingo, 20 de noviembre de 2016

La jaula




Amaneció aunque la habitación permanece a oscuras, ni un rayo de luz logra filtrarse con la cortina cerrada, sin embargo la puerta del dormitorio siempre permanece entreabierta.

Ambos se saben despiertos pero ninguno da el paso, a veces es preferible el silencio a las palabras que hieren como puñales. La cama se torna entonces inmensa, no hay puente para cruzar al otro lado.

Ella siente en su vientre el oleaje de dolor. Siempre le sucede igual, su cuerpo somatiza porque no es fácil no amar. Sus palabras salen entonces en forma de vómito, si no lo hace, presiente que se ahogará en su propia bilis: "No estoy mal solo por problemas de trabajo, ni porque esté cansada o premenstrual, simplemente sucede que no te amo" -y continúa expulsando- "Cada día lo intento, quiero quererte, admirarte, desear tu cuerpo, pero no puedo, de verdad, no puedo, esta historia de amor se acabó" los sollozos y lo vomitado alivian su angustia.


Él no habla solo escucha, coge su mano y la aprieta contra su pecho, porque entiende, a pesar del dolor que le causan sus palabras. Sabe que ella dejó de amarlo hace ya tiempo, y se marchó intentando alejarse de esos ojos que no lo amaban, pretendió comenzar de nuevo otra vez. Pero no supo volar solo, no sabe ser sin ella, quizás no saben ser el uno sin el otro, juntos desde los 15 y los 20. La jaula está abierta, pero levantar el vuelo sólo es de valientes. "Sigamos así, intentemos otra vez..."


El pacto se mantiene.

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