Ayer mi madre perdió un pendiente, este formaba parte de un juego que me regaló mi esposo, son unos aros semicirculares que llevan incrustados unas pequeñas circonitas. Son muy lindos, pero no sé porqué, nunca me adaptaron al lóbulo de la oreja, y finalmente, ante la imposibilidad de ponérmelos, se los regalé a ella.
Algo que debería quedarse en un mero hecho anecdótico, o en todo caso en un tremendo disgusto; para ella es una tragedia, porque su vida está cargada de símbolos y supersticiones a los que teme. Relaciona estos pendientes, y la pérdida de uno de ellos, conmigo.
No me lo cuenta tan explícito, pero sé que está convencida de que sucederá algo grave. A veces, en sus sueños, se introducen aguas revueltas o ropa sucia, todo esto para ella son avisos, premoniciones de algo fatídico por venir.
Miedo, siempre ha tenido miedo por todo, extrañas supersticiones que la han convertido en una gran creyente, de hecho, reza por todos nosotros y a mi me reprende constantemente por no ir a la Iglesia, dice que que no entiende como dejé de ir de un día para otro.
Creo que estos malos presagios de mi madre fueron adquiridos por ella ya en su infancia.
Miedo, siempre ha tenido miedo por todo, extrañas supersticiones que la han convertido en una gran creyente, de hecho, reza por todos nosotros y a mi me reprende constantemente por no ir a la Iglesia, dice que que no entiende como dejé de ir de un día para otro.
Creo que estos malos presagios de mi madre fueron adquiridos por ella ya en su infancia.
La casa de la abuela también estaba cargada de imágenes religiosas, más incluso que la nuestra.
Siendo niña, fijé mi atención en una imagen de Santa Lucia, Patrona de la vista, que se encontraba encima de su cómoda, ésta, portaba en su mano derecha, una copa con dos ojos que parecían reales.
Rápidamente, como cualquier niña inquieta, alcancé los ojos con mis torpes manos, con tan mala suerte, que uno de ellos cayó al suelo.
La tragedia comenzó: mi abuela gritaba con las manos en alto exclamando que me quedaría ciega, que como se me había ocurrido tocar los ojos de Santa Lucía, y yo, por supuesto, entré en pánico.
Afortunadamente un poco de pegamento, puso el ojo en su sitio y solucionó mis problemas de la vista, porque yo, como que ya veía borroso.
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